Aventura nº...

AVENTURA Nº 2: RUTA DE LOS CABOS 2012

domingo, 30 de octubre de 2011

DÍA 30: ULÁN BATOR - ELCHE/VALENCIA

21 de agosto de 2011


8.240 km de vuelo


Nunca confiéis en que podáis cambiar de vuelo en escalas cortas, sobre todo si dependéis de aerolíneas desconocidas. Y es que casi ha sido más difícil volver, que llegar a Ulán Bator.

La noche en el auropuerto internacional Gengis Khan ha sido bastante tranquila. Era como un gran albergue de coreanos con sus carros cargados de maletones, con las luces medio apagadas hasta hora y media antes de que saliera el vuelo.

En cuanto abrieron la terminal internacional nos pusimos a hacer cola y tras no saber qué estaba pasando con el tema de a quién dejaban pasar en cada momento a facturar, conseguimos adelantar a los coreanos, que según parece llevaban más de un vuelo perdido.

Todo lo que nos habían contado de los problemas para facturar y los registros y papeleos de salida ha resultado excesivo. No hemos tenido que hacer ningún papeleo extraordinario ni nos ha tocado esperar a que nadie comprobara nada. Ha sido todo de lo más normal y rápido, por lo que hemos hecho rápidamente el control de pasaportes y hemos accedido a la terminal, donde hemos desayunado de gratis en la sala VIP gracias a llevar billetes de primera clase.

Para salir, nos hemos retrasado unos tres cuartos de hora, además de porque habían dos o tres vuelos programados a las 7:30, porque a las 8:00 seguían entrando pasajeros al avión, con toda calma, sin prisas. Malos augurios teniendo en cuenta que en Berlín sólo teníamos 70 minutos de escala. ¿Recuperaríamos tiempo durante el vuelo?

Yo he dormido gran parte del vuelo (y nos han dado de comer dos veces en las 8 horas que duraba), y el traqueteo del avión por las turbulencias me hacía revivir en sueños las pistas de Mongolia; por lo que he soñado que el avión iba por tierra cogiendo los mismos baches que hemos sufrido los días anteriores.

No creo que haya sido por el mal estado del camino, pero no hemos recuperado el tiempo, así que mientras descendíamos hacia el aeropuerto de Berlín ya sabíamos que perderíamos el vuelo a Palma de Mallorca. No se podía hacer nada desde allí arriba, así que lo único que podíamos hacer era consolarnos contemplando por la ventanilla un paisaje europeo, con carreteras, zonas comerciales, prados y casas de campo, áreas industriales, pueblos diseminados aquí y allá, todo en orden, limpio y con aspecto de estar bien hecho (Alemania...): tras tantos días de estepas, montañas o urbanismo incontrolado, descender hacia el aeropuerto de Berlín era como estar ya en casa. Muy curioso, nos quedaban horas y casi más de 1.000 km para llegar a casa, pero yo tenía la sensación de haber llegado ya. Incluso me planteé la posibilidad de que si no había vuelo, podíamos alquilar un coche (apenas eran las 10 de la mañana en Europa Occidental).

Una vez que la jardinera nos ha llevado hasta la terminal hemos corrido por el aeropuerto de terminal en terminal, con la esperanza de que los alemanes no hubieran sido eficientes y puntuales. Pero aunque en las pantallas aún figuraba el vuelo a Palma, pasaban unos 15 minutos de la salida del mismo y nos han dicho que ya se había ido. Así que a buscar vuelo. No tenía que ser muy difícil encontrar combinación un domingo de agosto entre Berlín y Alicante, o cualquier otro aeropuerto de España. Pero sí que lo ha sido, tanto que nosotros no la hemos encontrado, sino que ha tenido que ser Jero desde España.

Tras ver que desde Air Berlin no nos solucionaban nada porque todos sus vuelos directos estaban completos, que no se podía localizar a nadie de Mongolian Airlines en el aeropuerto, y que la única solución nos la daban desde Iberia (nos enviaron allí desde un mostrador de Air Berlin, y luego la chica de Iberia nos ofrecía vuelo a Madrid pero vendiéndonos los billetes a través de Air Berlin para que nos saliera más barato...), llegando a Madrid a las 11 de la noche; hemos desplegado contactos telefónicos hasta que Jero nos ha encontrado una combinación al Altet vía Düsseldorf.

Además, ese vuelo salía casi inmediatamente, por lo que la gestión de intentar recuperar las maletas se ha limitado en decir en “Reclamación de equipajes” que dejaran que los nuestros siguieran hacia Palma de Mallorca en el siguiente vuelo (incluso quizá estaban volando ya). En Palma, donde supuestamente debíamos facturar de nuevo, sería donde aparecerían nuestras maletas sin nadie que las reclamara. Y deberíamos pedirlas en el Altet para que nos las llevaran allí desde Palma, porque si las reclamábamos en Berlín, volverían allí desde Mallorca, y luego desde Alemania a Elche. Por si acaso, lo único de valor que llevaba en la maleta, además de ropa sucia, era el cargador de la cámara de fotos y un vestido para Irene.

El resto del día ha ido más o menos rápido saltando de nuevo de avión en avión. En Düsseldorf hemos comido algo y hemos tenido que esperar una hora más porque parece que nuestro vuelo lo han desdoblado en dos, y al final hemos llegado al aeropuerto de El Altet a las 8 de la tarde (cuatro horas después de lo previsto inicialmente). Allí hemos reclamado nuestro equipaje y hemos salido triunfales y cansados a la zona de llegadas, donde nos esperaban amigos y familiares.

Ni siquiera hemos tenido tiempo de emocionarnos. Ayer en Ulán Bator, mañana trabajando, y yo aún tenía que coger el coche y conducir dos horas más hasta Valencia. Y es lo que he hecho. Tras despedirnos de Pau, de mi padre y su mujer y del resto de amigos que habían venido al aeropuerto, Nuria y yo hemos ido con su madre y su hermano a su campo, donde estaba mi coche. Eran las 9 de la noche

Se me han hecho raros esos 180 kilómetros yo solo en mi coche: gasolina y muy bajo, en oposición al diésel y altura de Merceditas, siempre acompañado de Nuria y Pau.

180 km no son nada para hacerlos en menos de dos horas (5 nos podía costar en Mongolia...), así que a las 11 de la noche he llegado a casa, y a las 12 en la cama.

Mañana es lunes.

Mañana hay que trabajar.

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