Aventura nº...

AVENTURA Nº 2: RUTA DE LOS CABOS 2012

miércoles, 26 de octubre de 2011

DÍA 29: ULÁN BATOR

20 de agosto de 2011



Extraña sensación de euforia y tristeza.

Lo hemos conseguido, hemos recorrido casi 15.000 km entre Elche y Ulán Bator cruzando o visitando dos continentes (y un Carrefour), cuatro mares, cinco cordilleras, tres desiertos, nueve capitales y grandes ciudades, incontables ríos y la Ruta de la Seda. Todo para traer hasta la capital de Mongolia una ambulancia. Hemos sido capaces de realizar un viaje que meses atrás se nos antojaba como un sueño imposible por lo lejano. Y sin embargo aquí estamos nuestros nulos conocimientos de mecánica, nuestra buena voluntad y nosotros.

Pero esa euforia también tiene su parte de tristeza, la emoción de despedirnos de nuestra compañera Merceditas y de finalizar esta aventura. Ayer estábamos atravesando zonas desoladas en mitad de la nada, hoy en una ciudad extraña lejana e isla en medio de su país, mañana domingo estaremos en casa y el lunes trabajando como si nada hubiera pasado.

Esta mañana, tras el pequeño bajón de anoche al comprobar que el tema de los billetes de vuelta estaba complicado, las cosas han ido mejorando. Antes de ir a la agencia de viajes hemos desayunado en una panadería-cafetería (sí, con bebidas frías y tartas calientes) aseada y con aspecto de franquicia (más adelante comentaré la impresión que nos ha dado Ulán Bator) en la principal avenida de la ciudad, donde además de los nativos se ven bastantes foráneos (prácticamente los únicos clientes que estaban desayunando eran extranjeros como nosotros). Después hemos conseguido billetes de vuelta en una agencia de viajes al lado mismo de la panadería.

Tras un par de intentos en el que la muchacha que nos ha atendido (son guapísimas, por cierto) no encontraba vuelos aceptablemente baratos a Madrid, Valencia, Barcelona o Alicante, le he explicado la combinación que encontré anoche por internet: dos vuelos por separado, el primero desde Ulán Bator a Berlín y el segundo desde Alemania a Alicante. ¡Y bingo! Por 700 € hemos encontrado vuelo para mañana a las 7:30, llegando a Alicante a las 16:00, siendo el primer vuelo en primera clase de Mongolian Airlines (los otros dos, con escala en Palma, son con Air Belin). La única pega es que en Berlín tenemos una hora y diez minutos de escala, así que hemos de confiar en la puntualidad de Mongolian Airlines.

¡Tenemos billetes de vuelta!

Después hemos tenido tiempo para despedirnos definitivamente de la ambulancia sacando todo aquello que nos llevamos de vuelta (que es poco) y dando las llaves a la organización. Ya no podremos volver a subir a la que ha sido nuestra casa durante cuatro semanas. Aunque más tarde volveríamos para llevarnos el material médico y escolar al orfanato de la fundación para los niños de Christina Noble (la Christina Noble Children Foundation).

La despedida de Merceditas.

Antes de comer también hemos ido al orfanato de la Fundación Christina Children tras concertar la visita con dos voluntarias de la organización que están en la línea de meta. Hemos ido para allá con la gerente y el campeón nacional de taekwondo (al estilo de Corea del Norte, que parece que cada país tiene su propia modalidad de taekwondo, según nos ha contado), que da clases en el orfanato.

Una vez allí, un mar de calma, limpieza y orden, un jardín en medio de un barrio paupérrimo, nos han enseñado las instalaciones junto con la enfermera. Los chavales, recogidos casi todos de la calle (aunque algunos con padres reconocidos que no se pueden hacer cargo de ellos), algunos de ellos incluso delincuentes infantiles cuando los acogieron; viven en régimen de internado. Tienen escuela, guardería, comedor (nos ha sorprendido la limpieza y buen estado de las cocinas), aula de música, de informática, gimnasio, enfermería (donde Nuria ha explicado a la enfermera para que era el material que hemos traído) invernadero y yurtas. Los niños viven en las tiendas tradicionales, cinco en cada una de ellas, y dentro tienen su propia cocina, aparador y televisión. Los fines de semana se responsabilizan de hacerse la comida cada uno en su tienda. Se les veía tranquilos y relajados, entre indiferentes y vergonzosos también con la presencia de los extranjeros, que estos días aparecemos por allí bastante. Ninguno de ellos superaría los 12 ó 13 años, pero con todo lo que habrán vivido, se les veía responsables y serios.

El aula de informática en una yurta.

La gerente nos ha estado contando cosas de algunos de los niños y sobre Christina Noble, una irlandesa que se crió en la calle y que ha dedicado parte de su vida a ayudar a los niños más necesitados. La mujer nos lo contaba con mucho orgullo, puesto que ella misma nunca ha tenido necesidades en la vida. Sus padres eran médicos y ella vivió toda la vida en la capital, ha estudiado y trabajado en el extranjero y ha llevado una vida que nada tiene que ver con la de la gran mayoría de sus compatriotas; sin embargo una vez jubilada decidió unirse a la labor de la fundación, y por lo que nos ha contado siente una gran admiración por todo lo logrado por Christina Noble.

Nuria explica a la enfermera algunas especificaciones sobre el material que les hemos traído. Observan Pau y la gerente.

La enfermera paseando con uno de los niños.

Durante el camino de vuelta a la línea de meta, y tras lo visto, nos hemos reafirmado en nuestra convicción de que lo que hemos hecho, además de aventura personal, de unas vacaciones diferentes, ha servido para algo. Sabemos que el poco dinero que hemos conseguido recaudar ha servido para algo bueno y que el destino de la ambulancia seguramente será igual de bueno (aunque también es cierto que por la noche hubo un pequeño saqueo de material que llevábamos por parte de alguien que tuvo acceso a las llaves, para gran disgusto y pesadumbre de las voluntarias de la fundación).

No salvaremos el mundo, pero ponemos nuestro grano de arena para que otros no lo pasen tan mal.

Después de comer hemos visitado el State Deparment, los grandes almacenes de Ulán Bator (estamos al lado) para ver si comprábamos algún recuerdo. Los Blinkacepas nos habían dicho que en la última tienda estaba la tienda de souvenirs; pero la verdad es que no había gran cosa, era como un bazar chino pero más caro, con predominio de lo hortera. Quizá hubiéramos ganado yendo al centro de la ciudad, visitando algún área de tiendas tradicionales, si es que la hay; pero de nuevo nos topábamos con el problema de la escasez de tiempo.

De todas formas, lo que hemos visto en los grandes almacenes y la avenida principal, junto con lo poco que adivinamos anoche en la zona de restaurantes; en contraste con lo que hemos vivido los últimos días y lo que hemos visto en los barrios de las afueras de la ciudad, camino del orfanato; nos ha servido para hacernos una idea de la tremenda desigualdad que hay en este país.

Así de surtidos se ven los grandes almacenes de Ulán Bator

Y así están algunos de sus barrios

Ulán Bator es una isla de derroche y ostentación en mitad de una gran nada. Coches de lujo, anuncios publicitarios, pantallas gigantes, gente vestida a la última, altos y guapas, haciendo gala de lo in que son como si paseáramos por el bulevar más fashion de cualquier ciudad occidental. Una especie de gran mentira completamente desvinculada del país pobre, rural y necesitado que hay pocos kilómetros más allá. Bueno, ni siquiera kilómetros, porque los barrios que rodean el centro, con un tráfico caótico, carecen de alcantarillado, compuestos en su mayoría por yurtas, con calles sin asfaltar. Dos mundos uno al lado del otro. Sin duda, y en comparación con el resto de países que hemos atravesado, Mongolia es en el que se observan mayores desigualdades en la calle, un mayor salto entre lo rural y lo urbano, estando el primero anclado en la subsistencia y el segundo presentando una bipolaridad entre el urbanismo de aluvión tercermundista e incontrolado y la élite social ajena a su entorno.

Entonces es cuando recuerdas lo que alguna vez te ha contado tu abuela hablándote de los escaparates de la capital de la provincia y de lo bien que vivía la gente rica mientras que ellos no tenían grano suficiente para tener pan todo el año (y muchas más pobrezas). No hace mucho España estaba igual.

El resto de la tarde lo hemos pasado en el bar terminando de ver la actuación de los niños del orfantao, que han venido a agradecer la labor del Rally Mongol y haciendo tiempo hasta que llegaran los Chispa de la Vida, Shere Khan, Madia Leva y Bison Team; con los que habíamos intercambiado algunos mensajes informándoles del camino que debían seguir para llegar a la línea de meta.

Mientras esperábamos, nos hemos fotografiado con los ingleses del 206, con los que hemos compartido la entrada a Ulán Bator.

Han llegado sobre las 11 de la noche, y lo primero que han hecho: echar una partida al futbolín. lo de casa tira... Y después de las fotos, abrazos, celebraciones y despedidas, hemos pedido un taxi para ir al aeropuerto.

Jaime, Ismael, Javi y Noelia, de Madia Leva y Khan, celebrando la llegada.

Hemos llegado a las 12 de la noche. Está todo apagado y hay bastante gente joven con maletas enormes (japoneses o coreanos) durmiendo en la terminal. Así que eso haremos nosotros también. Acomodarnos en las hileras de asientos y dormir unas pocas horas en un aeropuerto en semioscuridad.


Mañana llegamos a casa.

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