Aventura nº...

AVENTURA Nº 2: RUTA DE LOS CABOS 2012

domingo, 23 de octubre de 2011

DÍA 27: ALTAI - BAYANKHONGOR

18 de agosto de 2011

1 país: Mongolia (acumulados 17)

0 túneles (acumulados 138)

421 km (acumulados 14.252 km)

Es una pena que la falta de tiempo nos esté obligando a tragar kilómetros y kilómetros sin poder recrearnos un poco más en las pocas ciudades (y algún que otro pequeño asentamiento) que estamos atravesando. Realmente no estamos conociendo de Mongolia más que sus paisajes solitarios y desolados, y muy superficialmente la poca gente con la que hemos tratado. Las prisas no con buenas consejeras.

Hoy nos hemos vuelto a levantar al salir el sol y hemos parado en cuanto comenzábamos a necesitar los faros de la ambulancia. Novedosamente, no hemos tenido ningún incidente reseñable desde el punto de vista de perder tiempo, y aún así, hemos hecho menos kilómetros que ayer. Es decir, el camino de hoy era, en general, horrible. Pero Merceditas resiste como una campeona.

Además Nuria, que llevaba varios días un poco pocha, ya se encuentra en perfectas condiciones y ha estado conduciendo bastantes kilómetros a las puertas del desierto del Gobi.


Pasado el pueblo de Delger, unos 50 km después de comenzar la etapa, hemos seguido, según el mapa de carreteras, la pista que se desviaba justo hacia el sur del pueblo. Sin embargo veíamos que otra pista más ancha y aparentemente más transitada se dirigía hacia el este, cosa que no tenía mucho sentido. Poco a poco hemos ido descubriendo que sí.

Si creer que vas por el camino principal y sin embargo estás en otro sitio es estar perdido, nos hemos perdido. Nunca hemos dejado de conducir en la dirección correcta, pero parece que el mapa está desactualizado y hay otra ruta algo más larga pero sencilla para bordear las colinas que hay al sureste del pueblo de Delger. El camino por el que íbamos, poco a poco ha ido subiendo por las colinas, cada vez más estrecho e intransitable para camiones, así que hemos supuesto que la pista más ancha que vimos al salir del pueblo era la de los vehículos pesados y éste era el camino corto. Y una vez atravesadas las colinas, donde Nuria ha tomado el mando, tras una hora de no encontrarnos con ningún vehículo (y eso sí que da mala espina), hemos visto en la lejanía la ruta supuestamente más transitada. Pensábamos que convergeríamos con ella, pero no ha sido así. Hemos estado durante un par de horas avanzando por un valle amplísimo en el que según el mapa hay bastantes corrientes y lagos estacionales. Para nuestra tranquilidad, hemos visto las cuencas de esos lagos, ahora secos, y hemos ido sufriendo las rieras secas y poco profundas que atraviesan la llanura.

En medio de la nada

Se podía conducir rápido por en medio de la llanura, en la que el estrecho camino inicial se ha ido ramificando de nuevo como en días anteriores (un síntoma, como los neumáticos que hemos visto regularmente tirados por todo el camino, de que nos encontrábamos en un lugar con tráfico); pero de vez en cuando aparecían los restos de cauces estacionales. Al atravesarlos, Merceditas ha hecho algún vuelo, ninguna novedad porque ya llevamos varios saltos imposibles.

Tras esas dos horas por en medio de la llanura (íbamos almorzando densas galletas de canela que compramos en Barnaúl) hemos comenzado a ver que de tanto en tanto nos pasaba un camión o venía un coche en sentido opuesto. Pero no por donde íbamos nosotros, sino a varios centenares de metros, quizá más de un kilómetro, a nuestra derecha o nuestra izquierda: el camino era todo el valle.

Peligros del desierto.

Lo más chocante de este tramo solitario en el que hemos visto varios esqueletos de vaca (hemos parado a que Nuria cogiera las vértebras de uno de ellos), ha sido que de repente nos hemos encontrado de frente con varios todoterrenos oscuros con los cristales tintados y luces de policía en la alto. Eran tres o cuatro y han pasado a toda velocidad. Ya teníamos confirmación de que por aquí se va y se viene de algún sitio a pesar de que según los kilómetros recorridos deberíamos haber pasado por un pueblo llamado Buutsagaan. Ni rastro del mismo, pero poco a poco todas las pistas abiertas por en medio de la llanura en una franja de más de dos o tres kilómetros de ancho han ido convergiendo en una banda de unos 100 metros, lo habitual aquí. Y hemos empezado a ver vehículos en los dos sentidos. Al igual que ayer, no hay en esta zona y en esta dirección otra ruta posible a ningún lugar. Tenemos la certeza de que vamos camino de Ulán Bator.

Una sombra donde comer.


Poco después de comer nos hemos encontrado con el vado más mítico del Rally Mongol, el del Baydrag Gol.


En la entrada al pequeño poblado que hay junto al río, ya vimos a niños esperándonos con pancartas del Rally Mongol; que salieron corriendo detrás nuestro hasta la orilla, donde también había tractores esperando para remolcar a los vehículos que llegan a ese punto.

Pau repartiendo caramelos entre la chavalería.

Una de las niñas, a la que le enseñé el mapa para que me dijera exactamente dónde estábamos, supo interpretarlo perfectamente buscando el nombre del río y confimándome que estábamos donde yo pensaba. Es la primera persona en todo el viaje a la que enseño el mapa de carreteras y no lo mira como si se tratase de algo extrañísimo.

Nos estábamos pensando si pasábamos por nuestra cuenta o dejábamos que nos remolcasen, cuando vimos a un tipo en motocarro, y luego también un autobús, cruzar el río. Entonces, la chavalería que nos rodeaba y alguno de los mayores nos contó por señas la trayectoria que habían seguido y que nosotros debíamos imitar.

También han aparecido en ese momento el australiano con acento porteño, su compañero de ascendencia hindú y los ingleses ocupantes del Daewoo que remolcamos hace dos días. Vienen en un furgón taxi. Todos tuvieron que dejar sus coches atrás.

Ellos aprovechan la parada para darse un baño, y nosotros seguimos la trayectoria que ha recorrido Pau a pie y cruzamos el primer brazo del río. Por poco nos quedamos porque la corriente era muy fuerte en la zona más profunda y me metí atravesado, exponiendo mucha superficie al empuje del agua. Pero el motor de Merceditas tiene más empuje y hemos pasado al otro lado. Hemos hecho tiempo rellennado garrafas y viendo cómo pasaba algún autobús por los otros brazos del río que teníamos a continuación; y en cuanto el taxi colectivo de los ingleses y australianos se ha puesto en marcha, hemos seguido su trayectoria para cruzar el resto del río.

Remojándose los pies en la corriente principal que hemos atravesado.

Durante bastantes kilómetros los hemos usado como liebre para saber la parte buena del camino que debíamos ir cogiendo, pero poco a poco nos han ido dejando atrás porque la suspensión de la ambulancia es muy blanda en comparación con la de esos furgones todoterreno que usan aquí.

Sin embargo, dos o tres horas más tarde los hemos vuelto a ver. Estaban haciendo una parada de descanso en lo alto de una colina, junto a uno de los extraños hitos que ponen en los puntos altos del camino. Cada vez que la carretera pasa por a una cumbre hay una especie de pequeño santuario lleno de plásticos y bolsas azules.

El resto de la tarde ha sido tranquila, aunque el camino era horrible, sobre todo la entrada a Bayankhongor, casi impracticable. Hemos rodeado la ciudad por el sur, malinterpretando el mapa esquemático del manual de la organización porque no era ése el camino. Aún así, se veía que íbamos hacia el aeropuerto, y por tanto hacia alguna carretera que conectaría con la salida sur de la ciudad, hacia donde íbamos.

La bajada a Bayankhongor

Y aquí hemos tenido uno de los momentos paranoicos del viaje. Por el caminillo venía una furgoneta en sentido contrario, por lo que nos hemos apartado, y en ese momento hemos comenzado a escuchar un ruido extraño, como de una correa o algún conducto que no funcionara bien. Tras varios intentos de buscar el origen del ruido, que se producía sólo cuando la ambulancia se movía, yo pensaba que se trataba de grava que se habría metido dentro de alguna llanta, aunque no localizábamos cual. Pensábamos que incluso quizá fuera el amortiguador son quitapolvos, que estaba empezando a avisar.

Intentando recomponer el apaño del quitapolvos

Estábamos parados intentando saber de qué se trataba cuando han aparecido los ingleses talluditos del Peugeot 206 que ya nos encontramos en la entrada a Turkmenistán, en Tashanta y en Ölgiy. Ellos estaban igual de perdidos que nosotros. Se habían metido por error, igual que nosotros, por el mismo camino. Tras un intercambio de pareceres, han dado por buena la suposición de que siguiendo al aeropuerto se podría llegar a algún sitio y se han ido. Nosotros, tras varios intentos más, hemos descubierto que el motivo del ruido no era más que un alambre que se había enganchado en los bajos de la ambulancia cuando nos apartamos del camino. Y pensábamos que rompíamos allí...


A la salida de Bayankhongor hay una garita en la que hay que pagar un equivalente a unos 50 céntimos, o menos, por cruzar un puente asfaltado. Lo hemos hecho gustosamente y a continuación hemos visto que no sólo el puente estaba asfaltado, sino que la carretera seguía en perfecto estado durante varios kilómetros más, y que no se veía en la distancia el rastro de polvo de ningún vehículo. Sin duda esos 15 km hasta Ölziit han sido de lo mejor del día. Sólo 15 km.


Hemos avanzado otros 15 más, en los que nos han vuelto a adelantar los ingleses del Peugeot (iban a todo trapo, no es de extrañar que tuvieran que cambiarles la suspensión en Ölgiy) y en cuanto el sol se ha escondido, hemos buscado de nuevo un sitio apartado del camino para montar el campamento.

Incluso hemos tenido tiempo de parar a fotografiarnos con los camellos bactrianos (los de dos jorobas)

Estamos a unos 600 km de Ulán Bator, de los cuales más de la mitad son asfaltados. ¡Podemos! Mañana madrugaremos para intentar llegar antes de que se haga de noche.

Nuria preparando la última cena del camino.

Ya queda menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario