Aventura nº...

AVENTURA Nº 2: RUTA DE LOS CABOS 2012

viernes, 16 de septiembre de 2011

DÍA 16: NUKUS - BUJARA

7 de agosto de 2011

1 país: Uzbekistán (acumulados 14)

0 túneles (acumulados 138)

559 km (acumulados 9.103 km)


Cada vez tengo más claro que el mundo es un pañuelo muy pequeño, pero a veces las distancias entre las esquinas de ese pañuelo se hacen interminables, si las carreteras no están en las mejores condiciones.

Esta mañana hemos descubierto que los inglesitos que dos noches antes buscaban con nosotros la Puerta del Infierno han dormido en el mismo hotel que nosotros. Llegaron evidentemente más tarde porque ni siquiera habían comenzado a abrir sus maleteros en la frontera cuando largamos de allí, y se han levantado más temprano que nosotros. Pero lo de la dimensión de planeta no iba por este encuentro, eso va al final del día.



El parking del hotel

Tal y como ya comprobamos en Plovdiv la primera semana, y en Turquía e Irán más tarde, los turnos de algunos trabajadores del sector hotelero en estos países son muy largos. La muchacha que nos atendió ayer por la tarde cuando llegamos, y por la noche al acostarnos, seguía esta mañana al mando en la recepción del hotel, con la misma elegancia tranquila e hierática de anoche. Y su prudente aunque coercitivo “You shoud pay now” con un hilillo de voz casi susurrante.

Han tenido que ser los inglesitos quienes nos explicaran en el restaurante del hotel que para desayunar debíamos pedir primero los tickets en la recepción, porque ninguno de los empleados se ha inmutado ni ha hecho ademán de atendernos o explicarnos nada cuando hemos entrado y nos hemos sentado en una de las pocas mesas libres que quedaban. Así que hemos vuelto a salir a la recepción a recoger los tickets, y nada más volver al salón del restaurante, ya han venido a por ellos y a servirnos el desayuno: Té, huevos duros,…

En la salida de Nukus, tampoco hemos visto ninguna indicación hacia Bujara, Samarcanda o Tashkent, así que hemos seguido confiando en que los pantallazos del Google Earth sigan siendo válidos y no haya habido cambios desde la época de la fotografía hasta ahora.

Domingo por la mañana en Nukus: hay bastante movimiento de coches, principalmente las furgonetillas coreanas que hacen de taxi. Aunque conforme nos acercamos a la salida de la ciudad el tráfico disminuye, y en la última curva antes de salir vemos a los ingleses parados en unos puestos callejeros en plan mercadillo. ¿Será el mercado negro del que nos hablaba la recepcionista?



Tráfico en Nukus

Y por fin, antes de salir al desierto, nos encontramos con un control en el que hemos de hacer un stop en mitad de la carretera para que varios policías nos miren desde sus garitas. Les saludamos con una sonrisa y seguimos camino (van a ser muchos como estos los que nos vamos a encontrar).


Los primeros 100 km discurren hacia el este y sureste por una carretera en un estado bastante aceptable (algún bache de vez en cuando y socavones rellenos con tierra apisonada), con el desierto del Kyzyl-kum (que significa “arena roja”) a nuestra izquierda y el valle fértil y verde del Amu Daria más abajo a nuestra derecha.

Apenas hay trafico, hay mucha visibilidad y no sabemos la velocidad máxima permitida en este país. Así que mientras nadie nos diga lo contrario y algún que otro coche nos adelante, no vamos despacio.

A continuación hay otros 90 km en los que nos hemos acercado al río atravesando una extensa zona cultivada, y poblada. Es una región totalmente agrícola, con pueblecillos medio destartalados, tiendas a la orilla de la carretera y gente en carretas arrastradas por caballos o burros, también se ve maquinaria agrícola y viejos todoterrenos soviéticos que nos ralentizan un tanto la marcha.

A la salida de Turtkul (a la que llegamos siguiendo lo que parece la carretera principal porque seguimos sin ver indicaciones en ningún sitio) nos encontramos con un mercadillo bastante animado, con multitud de taxis yendo y viniendo en un tráfico que de repente es casi iraní.

Y después de Tutkul el infierno.

Nos hemos encontrado con las primeras dunas que se asoman a la carretera y de repente ésta se ha convertido en un campo de minas en obras, mal señalizado y sin desvíos. Si el último tramo de Turkmenistán estaba mal, éste estaba igual de mal pero además se han puesto a repararlo sin ningún criterio, fresando la capa de rodadura y dejando los bolos de la explanada al descubierto; o construyendo al lado la nueva plataforma ya echada a perder por el tráfico y el clima antes de que echen por encima las capas de asfalto. Resultado: superficie de rodadura llena de baches, con tramos absolutamente horribles por la ondulación que hace que la ambulancia tiemble de vez en cuando como si fuera a desmontarse.

Y yo, ¿por dónde paso?

No sabíamos a qué velocidad circular para que no se notara la ondulación. A bajas velocidades el ruido y la vibración era tal que teníamos la impresión de que en cualquier momento el motor se nos caería al suelo, mientras que a velocidades mayores corríamos el riesgo de comernos los baches más grandes, con golpes tremendos que nos dolían como si los recibiéramos nosotros mismos (además de que en los saltos que dábamos todo lo que habíamos vuelto a empaquetar tras la entrada a la frontera se salía de su sitio). Además, hubo un momento en el que los baches eran tantos que conducir por esta carretera se ha convertido en una especie de eslalon de un lado a otro de la carretera, esquivando baches, autobuses y camiones. Teníamos nuestras dudas de que esa carretera pudiera ser la correcta. Quizá nos habíamos desviado en algún sitio y nos estábamos metiendo en el desierto, pero según la brújula y el mapa de carreteras, además del tráfico, el camino tenía que ser ése porque el río Amu Daria seguía viéndose no muy lejos a nuestra derecha, por en medio del desierto, con las dunas amenazando con invadir la supuesta carretera.

El objetivo de llegar por la noche a Samarcanda, o quedarnos muy cerca, se ha ido desvaneciendo conforme los kilómetros pasaban (muy lentamente) y los baches y ondulación continuaban hora tras hora.

Hemos visto lo que parecía un bar de carretera con bastantes camiones y coches parados, por lo que hemos pensado que podríamos intentar comer allí. Intentar comer, ésa era la palabra. Las niñas que atendían el bar no hacían mucho esfuerzo por intentar entender lo que querías preguntarle. Quizá porque parecía menú único ya que todos tenían lo mismo. Finalmente, además de la cerveza necesaria, nos sirvieron una sopa fría de tomate y pescado (que sólo yo probé porque mientras pedía comida dentro, Pau y Nuria vieron el estado del pescado en una nevera desenchufada y oxidada que había en la terraza junto a nuestra mesa) y una especie de consomé de gallina, todo en unos cuencos y con unas cucharas de aspecto disuasorio.



El interior del restaurante

La comida se servía aquí...

No estaba malo, quizá la roña de la cuchara era lo que le daba el toque especial.


Finalmente sólo yo he comido de verdad mientras que Nuria y Pau han probado poco más que el pan y nos hemos ido. Antes de salir he preguntado a un par de camioneros en qué lugar del mapa nos encontrábamos y cuánto tiempo quedaba para llegar a Bujara. El hombre me ha dado una alegría al decirme que quedaban tres horas, porque eso significaba que la carretera mejoraba, si no sería imposible recorrer en ese tiempo los 250 km que nos quedaban aproximadamente para llegar a Bujara.

Un éxito entre los camioneros locales

Y así ha sido, unos 3 km después han terminado las obras y, aunque la carretera se estrechaba y mantenía el asfalto viejo y con roderas (muy profundas en algún tramo), adentrándose aún más en el desierto, ya hemos podido avanzar a mejor velocidad por el asfalto en lugar de por una explanada destrozada.

Había tramos en los que la arena prácticamente se había tragado la carretera (no nos creíamos que los autobuses y camiones que nos encontrábamos de cara hubieran pasado antes por allí), dando una sensación de soledad y abandono absoluto. Sólo el tráfico y el hecho de que en cuanto había algún grupo de árboles teníamos control policial y antena de telefonía móvil nos decían que efectivamente íbamos por el camino correcto y no nos estábamos metiendo hacia el interior del desierto por una carretera equivocada.









Ésta ha ido mejorando conforme nos acercábamos a la zona poblada y agrícola que rodea a la ciudad de Bujara. De nuevo una zona con canales, agricultores en sus labores del campo, niños en carretas tiradas por burros, también en bicicleta, pueblos, tiendas y gente saliendo a pasear al frescor de la tarde. Y gasolineras, algunas vacías y otras con colas kilométricas. Aún nos quedaba un cuarto de depósito y estábamos llegando a la ciudad, así que ya llenaríamos allí o mañana por la mañana cuando salgamos hacia Samarcanda.




Bujara es una ciudad histórica de la Ruta de la Seda y una de las mayores concentraciones urbanas de Uzbekistán, pero en la rotonda de entrada no había ninguna indicación. Así que nos hemos pasado y sólo la imagen del Googel Earth nos ha permitido ver que efectivamente nos estábamos dejando la ciudad atrás.

De repente, tras el desierto y las zonas agrícolas poco transitadas, Bujara se convertía en una isla de tráfico y coches. Tras dar un par de vueltas queriendo entrar al centro de la ciudad para encontrar un hotel, nos hemos tropezado con unos ingleses en un Clio al que se le había estropeado la ventanilla del copiloto (se les había venido abajo). A falta de destornillador, que les hemos dejado nosotros, tenían una marabunta de niños alrededor de ellos, y que también nos han rodeado a nosotros.




Mientras uno de los ingleses me indicaba dónde había hoteles en la zona centro de la ciudad, Nuria daba papel y caramelos a los niños. Los del Clío se han quedado allí reparando la ventanilla con nuestro destornillador y han quedado en llamarnos cuando estuvieran ya instalados en el centro y devolvernoslo.

Con la fotografía aérea de la ciudad nos hemos dirigido hacia el lado opuesto del centro urbano para acercarnos a la zona donde según el plano esquemático de la Lonely Planet de los ingleses había mayor concentración de alojamientos. En seguida hemos encontrado indicaciones a un hotel y nos hemos acercado. Aunque un poco escondido no tenía mala pinta y el chaval que nos ha atendido no tenía mal aspecto. Estaba oscureciendo y como no era caro (10 € por cabeza por una habitación triple y limpia de acceso directo desde el vestíbulo) nos hemos quedado.

Tras la ducha hemos salido a cenar en búsqueda del centro de la ciudad. Hemos comprobado que aquí tampoco se lleva mucho lo de alumbrar las calles, por lo que hasta que no hemos llegado a las callejuelas de la medina (que sí estaban iluminadas por las luces de las casas y los alojamientos) nos hemos valido de mi teléfono móvil.

Nos hemos encontrado con los ingleses del destornillador, a la puerta de su hotel, que seguían aún con la reparación de la ventanilla y en una de las plazas centrales de la ciudad, con madraza en obras, estanque, ciber-cafés y restaurante para turistas hemos vuelta a ver turistas occidentales por primera vez desde Estambul, incluyendo españoles.

El restaurante de la plaza, más barato de lo que pensábamos, no nos ha convencido con su buffet anodino de área de servicio y hemos seguido buscando. Entonces hemos comprobado lo pequeño que puede ser el mundo a veces: En la puerta de una tiendecita de recuerdos había una pareja de aspecto reconociblemente español. Nuria estaba junto a ellos mirando algunos de los artículos de la tienda y se ha puesto a hablar con ellos cuando los ha escuchado. Nos han dicho que estaban haciendo turismo por su cuenta, nada que ver con los autocares de turistas que habíamos visto unos minutos antes junto a la plaza. Nosotros les hemos contado también nuestra historia del Rally Mongol. Entonces ha sido cuando la chica le ha dicho a él: “¡Anda, eso es lo que quiere hacer tu hermana!” Y cuando ya le hemos explicado que lo estábamos haciendo con una ambulancia él nos ha contado que casualmente su hermana también lo quería hacer en ambulancia.

Y ahí le he preguntado: “¿Tu hermana no será Cristina o Catina?”

Apoteosis… Nos hemos encontrado en Bujara, Uzbekistán, con el hermano de la chica que quiere participar el año próximo y vino hace unas semanas a Elche desde Madrid para asistir la fiesta de presentación de la ambulancia.

Nos hemos hecho unas fotos, nos hemos dado abrazos y parabienes y nos han recomendado un restaurante por allí cerca, con comida algo más variada y ambiente selecto aunque igualmente barato.




Y en el restaurante, conforme hemos subido a la terraza nos hemos encontrado con Bea y Fernando del equipo Switchback. Salimos el mismo día desde Barcelona y hemos llegado al mismo tiempo a Bujara, ellos por Lituania, Moscú y el norte del Caspio. Aunque estaban con los postres, se han sentado a nuestra mesa y hemos compartido charla con ellos contándonos anécdotas de todo lo que nos ha ido pasando.

La verdad es que es emocionante encontrarte de repente con alguien que sabe de qué va todo esto y lo está viviendo con la misma intensidad que tú.



2 comentarios:

  1. Qué buenos momentos.... leer vuestro blog nos hace recordar todo lo que nos ha ido pasando..y sí la carreterita de Khiva a Bukara, eso no se olvida tan fácilmente. Beatriz y Fernando (los swithcbacks)

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  2. Fue un gustazo encontrarnos con vosotros. Es más, cuando vi que habías puesto en facebook que estabais en Bujara, tuve el presentimiento de que nos encontraríamos.

    Lástima que tuviéramos sólo 4 semanas y no pudiéramos recrearnos más tiempo como vosotros.

    Nos tenéis que contar qué tal fue la ruta norte por Mongolia.

    ¡Abrazos!

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