Aventura nº...

AVENTURA Nº 2: RUTA DE LOS CABOS 2012

sábado, 16 de febrero de 2013

RUTA DE LOS CABOS 2012, DÍA 2, Salamanca - Salles (Fr)

Domingo 1 de julio de 2012

LA RUTA DE LOS PORTUGUESES

655 km

Dos años antes, en 2010, tuve la corazonada de que la selección española de fútbol llegaría a la final del Mundial, y al comprobar la fecha de ese día vi que me pillaría de viaje en Roma. En la primavera de 2012 también tuve la corazonada de que La Roja alcanzaría la final de la Eurocopa, y que si la planificación de la Ruta de los Cabos era la prevista, ese domingo me pillaría en Francia. Y así fue.


Pero, ¿qué ocurrió antes durante todo ese día?

 

Creo que esa mañana me olvidé de pagar el desayuno en el bar del hotel. No fue premeditado, pero entre bajar equipaje, entrar y salir, tomar un bocado, y que cada uno de los miembros de la expedición entraba y salía del bar como en una sitcom, etc. pues que el trámite de pagar el desayuno se me pasó por alto.
 
Esa mañana volvimos a tener otra despedida, la de Pau, que después de haberse prestado de buena gana a hacer bulto en Cádiz, y acompañarnos hasta Salamanca, se volvía a Elche. Un buen paseo de domingo.
 
Los Mosquitos, por problemas con la moto continuarían el viaje en coche; así que la expedición finalmente se quedaba en la moto de los Sambori y los dos coches (Mosquito y Clavijo).
 
 
Nada más iniciar la marcha e incorporarnos a la autovía descubrí que, además de no haber pagado el desayuno, me encontraba recorriendo otra de las principales rutas de emigración humana por carretera: La ruta de los portugueses. Se trata del camino que siguen nuestros vecinos lusos que emigraron a Francia hace años (y según parece han vuelto a emigrar, igual que les está tocando a hacer a muchos españoles); y que va desde la frontera francesa en Irún hasta la portuguesa en Ciudad Rodrigo. Era domingo 1 de julio, comenzaba el primer periodo de vacaciones del verano, y en sentido opuesto se veían muchos coches con grandes arcones maleteros en sus bacas. Exactamente lo mismo que vi el año pasado en Bulgaria camino de Turquía: caravanas de vehículos con matrícula alemana circulando por las horribles carreteras búlgaras hacia Estambul y con los mencionados arcones en sus techos.
 
Además de la ruta de los portugueses y la de los turcos alemanes, también estoy acostumbrado a los argelinos y marroquíes que en verano llenan la A-7 y AP-7 con furgones cargados hasta los topes. Y parece que vamos a seguir viéndo y viviendo este tipo de movimientos por mucho tiempo, como reediciones incesantes de la mítica Ruta 66 norteamericana, que en los años 30 vació el Medio Oeste norteamericano de familias que fueron a buscar fortuna a California y Chicago.
 
El caso es que en esta ocasión el flujo migratorio era en sentido contrario al nuestro, así que hicimos la ruta sin ningún contratiempo, haciendo las paradas preceptivas para repostar y comer algo a la altura de Palencia y tras el angosto paso del puerto de Pancorbo, donde dejábamos las soleadas llanuras castellanas para internarnos en el nublado y más fresco País Vasco.
 

Oye, que me va a venir bien la txapela para cruzar Euskadi, pues. Ahí va la hostia.
 

A la altura de Mondragón hubimos de parar para que los Sambori se pusieran la ropa de lluvia, porque aunque fuera 1 de julio, en el interior de Esukadi la lluvia sigue regando sus montes verdes y abruptos, por donde la autopista va saltando de valle en valle.

 
De mi paso fugaz por el País Vasco descubrí también que la expresión "su puta madre" es más poderosa que los problemas linguísticos, porque en uno de los peajes de la AP-1, quien me cobró estaba hablando en euskera con su compañero, y en mitad de una parrafada para mi ininteligible, soltó un "su puta madre" bien claro y vertebrador.
 

Primeras lluvias del viaje
 
La lluvia duró lo que tardamos en vislumbrar el Cantábrico a la altura de San Sebastián y entrar a Francia.
 
El espacio Schengen está muy bien, pero por otro lado a veces tiene sus inconvenientes. Queríamos parar a repostar antes de entrar a Francia para llenar los depósitos con combustible más barato, pero entre que los vascos no tienen el ojo de los catalanes para la pela (advirtiéndote de que llegas a la última estación de servicio "d'Espanya"), y que no hay aviso previo para entrar al siguiente país, nos metimos en Francia sin darnos cuenta.
 
Paramos en la primera Arie francesa y volví a enfrentarme a la "amabilidad" de los dependientes de gasolineras galas, que no están allí porque les paguen y sea su trabajo, sino por hacernos un favor a los pobres extranjeros que paramos a dejarnos el dinero. Ya puestos, comimos allí mismo, pero de lo que llevábamos nosotros encima, como un emigrante más, y emprendimos la última etapa del día, atravesando el mayor bosque de Europa, las Landas de Gascuña.
 
 Pequeño picnic en la primera área de servicio francesa

 
Aunque el objetivo del día, según la planificación inicial, hubiera sido llegar a Burdeos, como el día anterior nos habíamos quedado en Salamanca en lugar de en Valladolid, íbamos un poco justos para llegar a tiempo de ver la final de la Eurocopa, así que en un área de descanso paramos a mirar un mapa turístico de la región para localizar los cámpings y hoteles de la zona, y decidimos seguir hasta un pueblo llamado Salles.
¿Y hoy dónde dormimos?
 
Tras atravesar el pueblo encontramos las indicaciones al cámping, donde montamos nuestro campamento antes de ir a buscar un bar donde ver el partido.
 
Nuestro campamento
 
Salles es un pueblo pequeño, tranquilo, incluso diría que aburrido, puesto que a las 8 de la tarde no se veía un alma por la calle. En el primer bar que encontramos, donde había una carta de menú y por tanto esperanza de poder cenar, preguntamos si podríamos ver allí el fútbol. Y premio.
 
Aunque la cocina estaba cerrada, el propietario esta vez fue amable y nos indicó dónde podríamos encargar unas pizzas para comerlas allí mismo. La cerveza corrió alegre, sobre todo cuando el temor a Italia de disolvió en las triangulaciones de la selección española.
 
Nosotros disfrutamos, los franceses que había en el bar veían con poco interés el partido, y sólo cuando ya finalizado apareció por allí un tal Martínez, conocido de los parroquianos, que ya no recordaba nada de la lengua de sus padres pero que lucía orgulloso una camiseta de la selección con su apellido, los clientes del bar nos aplaudieron. como si hubiésemos ganado nosotros la Eurocopa.
 

Otra vez campeones de Europa, celebrándolo con nuestro amigo Martínez, de Salles, Francia
 
Y eso, es muy grande.

 

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