Todos los que hemos participado en alguna de
las ediciones del Rally Mongol solemos tener mil peripecias, cada una más
absurda que la anterior. Con el paso del tiempo nuestros amigos y conocidos nos
miran con odio cuando vamos a explicarles alguna de nuestras proezas, por eso
los exralliers solamente encontramos consuelo con gente de nuestra misma
calaña.
Por eso, aprovechando este espacio, dando por
hecho que el lector tendrá interés en el viajero que busca ser oído, voy a
explayarme con una pequeña e insignificante anécdota que a mí me hace bastante
gracia, y después de escribirla, seguramente, seguirá haciéndome gracia a mí
únicamente, lo siento, soy así.
Muchas veces me preguntan por lo peor de lo
vivido durante el Rally Mongol, sin duda ninguna mi respuesta siempre alude al
viaje de regreso y existen diversos motivos, el primero es que llegamos a meta
solamente dos días antes de la fecha de regreso al trabajo; el
segundo es que no teníamos vuelo de regreso, así que a toda prisa tuvimos que
hacernos con una combinación: Ulán Bator-Berlín-Palma-El Altet fue nuestra
decisión, el precio muy módico, los tiempos muy apretados; evidentemente el
tercer motivo fue lo mal planificado que estaba el viaje de regreso.
La consecuencia lógica de un viaje aéreo, con
diversas escalas y mal planificado producto de la prisa es que pierdas alguno
de los vuelos escogidos, no lo olvidéis nunca: planificad siempre con calma y
alejaos de la cerveza.
Nos encontrábamos en el aeropuerto de Berlín,
supongo que uno de muchos, este era muy grande, ya os lo digo yo. Llegamos
desde Ulán Bator a las 11:00 de la mañana, buena hora para un aperitivo,
malísima para coger un avión que salía a la misma hora hacia Palma.
Tras varias reclamaciones, quejas, lloros,
lamentos y llamadas conseguimos un avión de vuelta. La pena es que nuestro
equipaje no nos acompañaba.
Finalmente llegamos a casa, eran las 20:00
una prudente hora, pero no tanto después de 30 horas de idas y venidas. Tras
reclamar nuestros equipajes en el departamento correspondiente del aeropuerto,
la ducha y el merecido descanso nos esperaban, tras quizás haber vivido, con todo, el peor de los momentos del Rally Mongol.
A los dos días de llegar a casa recibí la
esperada llamada del aeropuerto. Acudí lleno de alegría a recoger nuestros
tesoros. Tras acudir a las entrañas del aeropuerto, ver las maletas de Nuria y
David junto a la mía fue toda una feliz experiencia, como volver a encontrarte
con un viejo amigo; no os puedo mentir, sin las mochilas una sensación extraña
me acompañaba, como de no haber rematado la faena.
Recogí las mochilas tras firmar los papeles
correspondientes, las puse en el típico carrito y empecé a arrastrarlo por el
aeropuerto.
Jeje. Interesante la historia del regreso.
ResponderEliminarComo bien dices, aprendísteis una valiosa lección en vuestro viaje: la paciencia de los agentes de la autoridad es inversamente proporcional al rollo que les sueltes.
Esa letrina esta muy limpia ... no es auténtica!
ResponderEliminarDani, gracias, para ser mi primera entrada no estuvo mal, traté de romper el tedio que caracteriza a Reche.
ResponderEliminarRafa, después te mando un lavabo que retrató Rex en la frontera de entrada a Turkmenistán, te gustará.