Además de ver a un pastor en moto guiando a
su rebaño, pocas cosas más se pueden hacer en Tashanta.
La paciencia no es ni una virtud ni un
defecto, simplemente una cualidad que las instituciones de todo el mundo te
obligan a cultivar. Estoy acostumbrado a las esperas, es una de esas pegas que tiene la profesión de abogado, pero
eso no le quita trascendencia a la desesperanza de 48 horas en el yermo paraje
que la tierra te va ofreciendo a medidas que te aproximas a Mongolia, sobre todo cuando la desorganización ha sido la que te ha
llevado a aquél lugar.
No obstante, lo bueno de no equivocarte tú
sólo es que al final acabas rodeado de un montón de gente con la misma mirada
que la tuya, y en consecuencia el aburrimiento se pasa acompañado.
He oído muchas veces que cuando nos juntamos
unos cuantos europeos, siempre habrá alguien que saque un balón de fútbol, y
así ocurrió, a la mínima: cuatro mochilas por postes y un balón. Al pateo gente
de todas nacionalidades, también autóctonos. Es evidente que el fútbol es una
de esas actividades que une a toda la humanidad, por eso me place tanto el noble
arte de balompié, pero bueno, siendo justos siempre hay gente sin alma que
detesta empujar un balón.
Puedo dar fe que a los cinco minutos de
partidillo entendí el sufrimiento de jugar en La Paz, viniéndome a la cabeza
aquella selección de Azkargorta. La altitud es realmente un fastidio grande y
eso que me busqué una posición relativamente cómoda en el campo, correr es de
cobardes, ya se sabe.
Finalizado el partido, antes de tiempo, la
espera vuelve a convertirse tediosa, y los pacientes turistas se convierten en
lagartijas conversadoras. El tiempo camina realmente despacio en un lugar donde
el reloj importa poco, aunque los pastores vayan en moto.
Me encanta esta entrada. Breve en texto, pero extensa en evocaciones. Las imágenes son sencillas pero extrañas y potentes al mismo tiempo (las lagartijas conversadoras, el pastor en moto -esto es un oxímoron y lo demás son tonterías, aunque sea una anécdota real-, y el gran ausente -y omnipresente a la vez- tiempo que no pasa, unido a la ausencia de relojes.
ResponderEliminar¡Queremos más!
Breve, me gusta.
ResponderEliminar¿Estás seguro que la causa de tu cansancio en el partidillo fue la altitud? Mira que a mí se me ocurren otras explicaciones más sencillas (¿has oído hablar de la navaja de ockham?).
La vida a veces se escribe con "b", pensad sobre ello.
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