25 de julio de 2011
5 países: República Checa – Alemania – Austria – Eslovenia – Croacia (acumulados 8)
40 túneles (acumulados 92)
610 km (acumulados 2.810 km)
Los sacos de dormir con colchoneta autohinchable no son lo más confortable del mundo. Mar, por el contrario, dice que ha dormido muy bien en la camilla de la ambulancia. Nuria tuvo que soportar los ronquidos de Pau y Reche dentro de la tienda de dormir. Al menos no pasamos el frío que esperábamos anoche. No me quiero imaginar cómo puede ser esto cuando lleguemos a zonas más calurosas y nos toque dormir en la tienda.
Hemos continuado intercambiando información sobre nuestras rutas con otros participantes, hasta que por fin se ha abierto el registro y han llegado los tíos de la Visa Machine con los pasaportes. Ya respiramos tranquilos con los visados de Nuria.
La idea general hasta este momento es que la organización deja bastante que desear, aunque llegamos a la conclusión de que no estaría mal ganarse la vida organizando historietas como esta.
Hay debate sobre si quedarse o no a la fiesta de la noche. Nosotros decidimos, una vez que tenemos las pegatinas y hemos hecho el registro, continuar camino para encontrarnos con Ivan (amigo croata de Reche) en Zagreb, así que sintonizamos nuestros walkies con los de los Aventoreros y los ekitcat y emprendemos la marcha por caminillos rurales para buscar una ruta diferente a la de entrada a Klenová y antes de salir de la República Checa hemos parado a llenar el depósito en una pintoresca estación de servicio. No tenemos ni idea de cuánto nos ha costado, porque la dependienta se ha hecho la loca de una forma algo antipática cuando he querido saber cuántos euros estábamos pagando con la tarjeta.
Luego hemos perdido un hora en Alemania porque según las indicaciones que vimos en la carretera, el camino a Passau estaba cerrado, así que hubimos de volver a Deggendorf haciendo unos 100 km de más por carretera de montaña.
Tras cruzar a Austria y pagar la viñeta correspondiente, paramos a comer en la primera área de servicio y pedimos a voleo el menú (en alemán) que anuncian en la puerta por 6,50 €. Acertamos y está bueno. Es una especie de "las sobras de la nevera calentadas en el microondas y con mucho queso".
Pocos pueden resistirse a un menú como éste...
Aunque vamos con retraso, al menos el paisaje de los Alpes austriacos, cuando no hay túneles, es excepcional. Cuántos contrastes con lo que aún hemos de recorrer.
Sucesión de túneles
Después de intercambiar varios sms con Ivan, sabemos que nos llevará a un buen restaurante en Zagreb a comer barbacoa, una de las especialidades balcánicas. Pero si llegamos con tiempo, antes de eso hemos de imprimir el recibo del pago del seguro del coche, para no tener ningún problema a la entrada el día siguiente a Serbia, tal y como ocurrió a Reche hace seis años. Además hemos de buscar alguna casa de cambio para cambiar los billetes de 100 $ por otros más pequeños en previsión de policías de tráfico "excesivamente celosos de su tarea".
Antes de eso, atravesamos Eslovenia (otra viñeta) con guardia incluido en el peaje que comprueba desde la distancia, con prismáticos, que llevamos la pegatina en nuestro parabrisas. Han sido 40 € en Suiza, 7,90 en Austria y 15 € en Eslovenia. Nos queda la búlgara
En la salida de Eslovenia a Croacia, el guardia de fronteras nos dice que dejemos a las mujeres encerradas detrás cuando comprueba que llevamos cuatro pasaportes pero delante sólo somos dos; mientras que el guardia de la entrada a Croacia pone cara de pereza cuando le decimos lo de Mongolia: "De acuerdo, no seré yo quien eche un vistazo a lo que lleváis ahí detrás" nos dice con la mirada.
En Zagreb, aunque más o menos tenemos clara la zona donde está el hotel, no tenemos las indicaciones precisas y divagamos un poco por el barrio hasta que alguien nos da la indicación buena (exactamente igual que hace seis años a Reche, todo se repite).
Ivan ya está en el hotel esperándonos, así que nos damos una ducha rápida y noo vamos al restaurante, que curiosamente es uno de los sitios donde entramos a preguntar por el hotel. Llegamos 15 minutos antes de que cierren la cocina. Es una de las dos mejores de la ciudad prepaerando barbacoas.
Menuda panzada a comer carnes: salchichas, hamburguesas, cevapcici... Especialidades serbias muchas de ellas porque el propietario del restaurante, o el cocinero, es serbio. Con lo mal que se llevaba esta gente...
Mix de carnes eslavas, siempre con cebolla cruda
Ivan nos invita (por un lado es un alivio porque no hemos podido cambiar moneda y no tenemos kunas), pero luego vamos al centro a tomar una copa, y aprovechamos para sacar algo de dinero con el que invitarle: Medica (el licor de miel que toman por aquí) y cervezas. Además, le damos una botella de Cune que Reche le ha comrpado (Ivan es crítico de vino, por lo que le hace ilusión, ya que durante la cena dijo que nunca había probado un Rioja).
En la terraza donde nos tomamos las copas nos encontramos un malagueño que trabaja en Dubrovnik, y el camarero entiende algo de castellano porque estuvo tres años en Tenerife. La aldea global, sobre todo en Europa, es patente.
Antes de dormir no viene mal un paseito por las colinas del oeste de Zagreb para bajar la barbacoa. Es un barrio tranquilo, con una fábrica de cerveza... Algo que facilita el sueño posterior.