Viernes 29 de junio de 2012
Amenazaba con ser el día más caluroso del año. Un incendio en el
interior de la provincia de Valencia escupía sus cenizas sobre la ciudad,
cubriendo el cielo con un filtro gris que restaba luminosidad a esa mañana de
finales de junio. Pero eso no iba a restar emoción al comienzo de una nueva
aventura en la carretera, a la búsqueda de nuevas fronteras en el camino.
Cuando comienzo un viaje siempre tengo en la cabeza una mezcla
extraña entre la emoción alegre por el comienzo de unas vacaciones nada
aburridas y la leve preocupación por la incertidumbre en el camino que inicio.
En esta ocasión era un tanto distinto. Por un lado me enfrentaba a una
conducción prácticamente en solitario hasta Estocolmo (aunque en convoy con el
resto de compañeros de expedición) mientras que la sensación era de comenzar
algo sencillo y fácil en comparación de la aventura casi épica del verano
anterior hasta Mongolia. Me lo veía hecho, casi improvisado puesto que no había
tenido la necesidad de realizar ningún tipo de trámite para cruzar fronteras,
me iba con mi propio coche y lo que cabía en su maletero, sin más preparación
que un par de visitas a tiendas de material deportivo y algo mínimo de mecánica
para el coche. Incluso había olvidado el pasaporte a pesar de irme ocho países
más allá y tener que atravesar un total de once fronteras entre ida y vuelta.
Así que nada grave tenía que pasar, sobretodo si el viaje comienza
haciendo la ruta que más veces he hecho en mi vida: Valencia – Elche.
Sí, por exigencias del guion comenzaba un viaje al extremo norte
del continente yéndome hacia el sur. Pero nunca se han de buscar excusas para
ir a Cádiz, aunque sea por unas pocas horas.
Siempre tiendo a buscar señales en cualquier detalle de la vida
diaria que me ayuden a pensar que algo va a salir bien o que algo que quiero
que pase va a pasar; esta vez no iba a
ser menos. Al poco de salir de casa en Valencia coincidí con una ambulancia
exactamente igual a la que el verano anterior condujimos hasta Mongolia, ¡el
espíritu del Equipo Clavijo Plus Ultra me hacía un guiño!
Como esta otra vez que me encontré una igual camino del curro a Castellón.
Llegué a Elche a la hora de comer para despedirme de mi madre y
recoger una camiseta, regalo del último viaje de mi hermano, y con la simbología
de la Ruta 66, otros de los grandes viajes que hicimos cuatro años atrás, y a
continuación comí con una amiga y con Pau, que como Clavijo se unía al arranque
de esta historia, compartiendo el fin de semana con los Aventureros Solidarios.
El vendría con su coche hasta Cádiz y nos acompañaría el día siguiente (sábado)
para volver desde el punto en el que nos encontráramos de nuevo a Elche.
Murcia en verano tiene la fama se ser muy calurosa, y este día no
iba a ser menos, sobre todo por el viento caliente y cargado de arena que
llegaba desde el Sahara que elevaba la temperatura por encima de los 40ºC,
justo lo que necesitaban los incendios del interior. El caso es que había
tramos en los que no se veía más allá de un kilómetro debido a la tormenta de arena.
Cualquiera diría que me iba de viaje al Círculo Polar Ártico.
El calor era tal que incluso afectó al rendimiento del motor de mi
coche (Honda Civic 1.5i VTEC-E de 1995 con más de 200.000 km), y en cuanto el
terreno comenzó a ser más abrupto a partir de Puerto Lumbreras, difícilmente me
daba el óptimo de potencia, no dejando que entrara la alimentación por la
válvula adicional que lleva en cada cilindro, y que comienza a funcionar cuando
le piso y sube por encima de las 3.000 rpm. Hasta que no llegamos a la campiña
sevillana y el atajo por carretera convencional en Utrera no se recuperó.
Lo bueno de viajar hacia el oeste es que le vas ganando minutos al
sol poniente y, a pesar de encontrar tráfico en algunos tramos de la autopista
Sevilla‑Cádiz, llegamos aún de día a la costa del Atlántico, lo que nos
permitió contemplar la puesta de sol desde el puente de Carranza.
Sin duda el viaje comenzaba bien.
Del calor pasado en Murcia, Almería y Granada, al fresquito del
poniente gaditano, donde nos esperaban los Mosquitos Manuel e Irene, Ati Kame
House Team, que llegó a Cádiz justo al mismo tiempo que Pau y yo, y los
Cadixplorer
Javi y Ñete; además de las chicas de la ONG Granito de Arena, todos
unidos tras haber participado en diversas ediciones del Rally Mongol.
Cádiz tiene muchas cosas buenas, una de ellas es que nada más
llegar te estén esperando con las cervezas y las tortillas de camarones en un
chiringuito de la playa. Desde luego, ¡el viaje continuaba mejor!
Tras varias cervezas en la playa, recuperándonos de las casi siete
horas de conducción, terminamos el día compartiendo unas excelentes frituras de
pescado en casa de Manuel, con toda la tropa junta, los que haríamos el viaje y
los que se quisieran venir con nosotros, recordando anécdotas de las travesías
ya hechas, y esperando a los Sambori Rafa y Elena, que salieron
en moto al mediodía desde Valencia.
Esa primera noche, tras la cena, las risas y alguna copa en el bar
de abajo, nos fuimos a la cama (o al suelo en saco-colchoneta en mi caso) con
la brisa del Atlántico refrescando por la ventana y la expectativa de miles de
kilómetros que disfrutar por delante.
Al día siguiente comenzaba la Ruta
de los Cabos 2012.
Pues un poco de calor si que hacía ... menos mal que nos guardasteis unas cervezas y unos pescaitos!!
ResponderEliminarHecho!
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