12 de agosto de 2011
2 país: Kazajstán - Rusia (acumulados 16)
0 túneles (acumulados 138)
640 km (acumulados 12.235 km)
Aunque algunos no lo crean, el pasaporte español es una buena carta de presentación. Desde que estuve seis semanas en Chipre el verano de 2004 he podido comprobar que en general caemos bien (exceptuando Francia, según mi experiencia). Serán los tópicos, ahora con la ayuda del fútbol (todos saben el nombre de Iniesta, Xavi, Barça, Messi, Ronaldo,...), además del diseño de las hojas del pasaporte, con animalitos; pero siempre despertamos una curiosidad simpática en las fronteras.
Por otro lado, si hasta ahora se daba la paradoja de que íbamos retrocediendo atrás en el tiempo conforme avanzábamos en nuestro viaje por medio planeta, hoy hemos vuelto a dar un gran salto hacia adelante, y aunque a miles de kilómetros de Europa, es casi como si hubiéramos vuelto a las inmediaciones de España en el espacio y el tiempo. La Madre Rusia nos ha recibido mejor de lo esperado.
Pero llegar ha sido duro. En primer lugar no he dormido bien porque anoche escuché ruidos fuera, y esta vez no eran escarabajos peloteros del desierto. Podrían haber sido paranoias producidas por haber escuchado pasos de algún animal entre los matorrales antes de ir a dormir.; o quizá sólo el viento, pero estuve en alerta gran parte de la noche. A saber qué extraños animales puede haber por esta zona, cerca de donde los soviéticos hicieron pruebas nucleares hace años. Además tenemos al lado una base aérea del ejército kazajo, e Irene respondió al mensaje que dejé anoche en facebook, que llevara cuidado con los ovnis... Hay quienes dicen que Astaná, la capital, la han ubicado en una zona especial para la comunicación con otros mundos, y que por tanto pueden pasar cosas extrañas por estas estepas. Pero nosotros ya tenemos bastante con llegar a Mongolia.
Tras el desayuno hemos vuelto a la carretera, con el pensamiento de llegar a Semey, la mayor ciudad al noreste del país, en un par de horas. El objetivo de hoy es llegar a Barnaúl.
Pero a los 25 kilómetros de comenzar la jornada nos hemos vuelto a encontrar con el infierno en forma de carretera en obras. Se trata de la carretera que une Kalbatau con Semey, en dirección noroeste. Era exactamente igual que los 80 km que sufrimos en el desierto del Kizylkul. Hemos cogido algunos baches de dolían mucho atravesando una estepa más bien áridas con asentamientos pobres y ciudades planeadas durante la época de la URSS que languidecen paradas en el tiempo.
Esta vez ha sido Nuria a quien le ha tocado sufrir la carretera hasta que en Semey ha dicho: “Que coja otro el volante”.
Hemos bordeado la antigua Semipalatinsk por avenidas que atraviesan suburbios compuestos por antiguos bloques grises abandonados y grandes instalaciones industriales obsoletas y polvorientas. Ésa era la impresión que transmitía la ciudad al sur del río Irtysh.
En la ribera norte, a la que hemos cruzado por un moderno puente colgante sobre grandes barcos mercantes, las avenidas tenían un aspecto más nuevo e impoluto. Aún así, y sabiendo que a menos de 150 km de aquí se hicieron pruebas nucleares durante muchos años, con los consiguientes efectos en la salud de sus habitantes, no es un sitio para quedarse a vivir. Además, las omnipresencia del presidente, el “bueno” de Nursultan Nazarbayev, en multitud de pancartas y carteles echan un poco para atrás.
Al dejar la ciudad atrás, las estepas ya no estaban y hemos avanzado entre colinas con bosques de coníferas, con la carretera, en buen estado, serpenteando hacia Rusia (poco más de una hora).
Llegando a la frontera, las colinas han dado paso a grandes campos de cereales separados por alineaciones de grandes árboles y bosquecillos dispersos.
Nuestra penúltima frontera ha sido la más fácil de cruzar después de dejar Europa (incluyendo la entrada a Turquía); y aquí ya conocen el tema del Rally Mongol. No había mucha gente aunque nos ha tocado hacer algo de cola en el control previo a la aduana kazaja. Una vez dentro, un pequeño trámite burocrático, enseñar la ropa tendida dentro de la ambulancia al mismo tiempo que pedimos perdón a los guardias por el desorden, y “venga, tirad para Rusia, gracias por su visita”.
Para entrar a Rusia, lo mismo, primero un controlillo de pasaportes para que nos abran la barrera y al aparcamiento. En el pequeño edificio de la aduana un par de funcionarias altas, guapas y simpáticas se han entretenido un rato curioseando las hojas de nuestros pasaportes preguntando por los nombres de los animales que están dibujados en sus hojas.
El guardia que debía controlar el interior del coche, apenas se ha tomado muchas molestias. Nos ha hecho abrir el motor por cumplir el guión y poco más.
La carretera rusa estaba en perfecto estado, invitando a correr, pero no hemos visto indicaciones de velocidad por ningún sitio, así que mejor no arriesgarse. Tampoco sabíamos si era zona urbana o no, porque a uno de los lados de la carretera había una hilera de casitas y al otro la vía del tren y campos de cultivo.
Se respiraba un aire tranquilo, con rusos en los jardines de sus casas limpiando su Lada al sol del mediodía.
A los pocos minutos hemos llegado a Rubtsovsk. Las afueras, como todas las ciudades industriales soviéticas: instalaciones industriales abandonadas, nudos ferroviarios con trenes desvencijándose y algún bloque feo; pero el centro de la ciudad era otra cosa. En cierto modo parecido a Taldykorgan por la tipología de las avenidas, aunque los edificios eran en muchos casos de finales del s. XIX y comienzos del XX, pidiendo una buena lavada de cara. También nos hemos encontrado con alguna estatua de Lenin.
Tras dar un par de vueltas preguntando por una casa de cambio, nos hemos encontrado con un cajero automático donde podíamos cambiar euros o dólares a rublos: perfecto.
Después hemos buscado dónde comer: en un puesto de comida rápida, con tortitas y alguna otra especialidad rusa. En la tienda de al lado hemos comprado cervezas y hemos buscado la salida de la ciudad hacia el norte: nos quedaban unos 400 km y pico hasta Barnaúl, y del “pequeño” tramo que atravesamos de Rusia (1.000 km sólo) no traemos mapa de carreteras.
El firme de la carretera, las barreras de protección, la señalización de los cruces,... Todo estaba en buen estado, como si nos encontráramos en mitad de Europa, incluso el paisaje que durante tres siglos han ido moldeando los campesinos rusos es exactamente igual a los campos de cereales del este de Europa. La única pega es que es de un sólo carril por sentido y no hay forma de saber el límite de velocidad porque no hay señales, por lo que he seguido la filosofía de seguir a un nativo en su Lada que se movía a buen ritmo, por encima de los 100 km/h. Y el tipo se conocía bastante bien la carretera, porque en un cambio de rasante ha disminuido la velocidad y afectivamente al otro lado estaban los polis.
El resto del camino, a 100 km/h lo hemos hecho sin problemas, adelantando y siendo adelantados por otros conductores en una ruta que cada vez estaba más transitada. Incluso hemos adelantado a auna ambulancia inglesa del Rally Mongol.
Durante el camino también hemos intercambiado varios mensajes con los Chispa de la Vida: nos llevaban 50 km de ventaja para llegar a Barnaúl (ellos desde el oeste, nosotros desde el sur). Nos han dicho que iban en caravana con otros equipos y que tenían pensado acampar unos 30 km después de atravesar la ciudad. Como aún nos quedaban 200 km y el sol seguía cayendo, decidimos que hoy buscaríamos un hotel en una gran ciudad: quizá el último antes de llegar a Ulán Bator.
Y triunfamos con el hotel de Barnaúl: El Tourist en la avenida de entrada sur de la ciudad, las tres últimas plantas de una torre de apartamentos y oficinas. Dos habitaciones con hidromasaje, limpias, cuidadas (decoración temática algo hortera pero sin pasarse) por 50 € el total.
Antes de ducharnos y cenar, bajamos al supermercado que hay abajo y compramos víveres para la última semana de viaje, y un pollo asado para cenar.
El súper está bien surtido y tiene buen aspecto, aunque el vino más barato que hay es un murciano de marca “Los dos”, a 3 € el cartón... No lo compramos.
Hoy dormiremos bien, a 14 plantas de altura con la ciudad a nuestros pies.
Seguro que Pau se ha sentido en Rusia como en casa...
ResponderEliminarPor cierto, entre las especialidades que habéis comido supongo que estará la ensaladilla rusa (juas, juas...).
Eso te lo ha de responder él.
ResponderEliminarNada de ensaladilla: crepes y tortitas, además de pollo asado.
Nosotros en Barnaúl acabamos en un italiano comiendo pizza y escuchando a Umberto Tozzi, todo muy ruso..... Espero con impaciencia las etapas mongolas!!!!!!!
ResponderEliminarAlex Sambori.
Jejeje. El italiano lo visitamos en Ulán Bator...
ResponderEliminarEspero tener tiempo la semana que viene para redactar la última semana.